domingo, 31 de agosto de 2008

HISTORIA DE LA PSICOLOGIA EN ARGENTINA

HOLA ALUMNOS, CON USTEDES RECORREREMOS LA HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA EN LA ARGENTINA, QUE TIENE COMO OBJETIVO CONOCER Y CONSTRUIR UN PRINCIPIO DE IDENTIDAD CON LA CARRERA ELEGIDA, ASI NOS SABREMOS PARTE DE ESTA FANTÁSTICA CONSTRUCCIÓN DE NUESTRA HISTORIA
La Psicología en Argentina tiene una corta y larga historia en tiempo y contenido, pues los sucesos vividos hasta el logro de nuestro status y autonomía, atravesamos los diferentes movimientos políticos y económicos que fortalecieron nuestras prácticas en las acciones logradas hacia el Ser Humano

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medio siglo de psicologos en la Argentina

Hoy en día, la importancia del “fenómeno psi” local es un dato incuestionable. Cuando en los años 90, con acompañamiento de bandoneón, Joaquín Sabina cantaba aquello de que entre citas de Borges Evita bailaba con Freud, no hacía más que sintetizar en una frase algunos de los lugares comunes que nos representan en el extranjero: la literatura borgiana, el tango, el peronismo y el psicoanálisis.

Por Alejandro Dagfal

El cantautor español compuso también otra canción, que decía: “Un psicólogo argentino mostrándote el camino”. Se refería, con toda probabilidad, a lo frecuente que es encontrar en la Península Ibérica a uno de nuestros colegas emigrados.

Según el censo profesional publicado por el Indec el año pasado, hay en la Argentina 63.804 psicólogos matriculados, de los cuales casi el 80% (50.842) ejerce en la Capital Federal o en la provincia de Buenos Aires.

De acuerdo con esas cifras, los psicólogos representamos la cuarta profesión, detrás de los abogados, los médicos y los graduados en Ciencias Económicas. Somos tantos los psicólogos en la Argentina, que hemos superado en cantidad a los dentistas, lo cual, muy probablemente, sea un caso único en el mundo. Y habría que agregar que hay más de 50.000 alumnos que están estudiando psicología en alguna de las nueve carreras que existen en las universidades públicas y en las treinta que se dictan en universidades privadas.

Hace medio siglo, sin embargo, no había ni un solo psicólogo profesional diplomado en nuestro país. En efecto: el psicólogo profesional es una invención relativamente reciente, que comenzó a plasmarse con la fundación de la primera carrera universitaria de psicología, creada en Rosario en 1955.

La segunda carrera se creó en 1957, en la UBA, y entre 1958 y 1959 se crearon cuatro carreras más, en La Plata, San Luis, Córdoba y Tucumán. Es decir que en los próximos años habremos celebrado el cincuentenario de las seis primeras carreras de psicología creadas en universidades nacionales. De ellas comenzaron a egresar los primeros psicólogos, hacia 1960.

A partir de esa fecha, la implantación cultural de las prácticas y los discursos psicológicos en nuestro país ha sido formidable. Y esa implantación se ha producido de un modo singular. En la Argentina, muy rápidamente, los psicólogos se volcaron en forma masiva al campo de la clínica y han tomado el psicoanálisis como referencia teórica privilegiada e incluso como rasgo de identidad fundamental. Si bien en los años cuarenta el psicoanálisis era una disciplina practicada de manera casi exclusiva por un puñado de médicos de las elites porteñas –generalmente, hombres–, ya en los años ochenta una gran mayoría de los analistas locales eran mujeres y psicólogas, formadas a lo largo y a lo ancho del país. En ese pasaje, las carreras de psicología no sólo contribuyeron a la popularización del psicoanálisis, sino también a su extensión territorial y a su feminización.

En el imaginario social del Río de la Plata, el ser del psicólogo pasó a estar íntimamente relacionado con la práctica clínica, con el diván y con las obras completas de Sigmund Freud.

Si en los años 60 y 70 la principal orientación teórica iba a surgir de los trabajos de Melanie Klein, éstos serían reemplazados luego por los seminarios y escritos de Jacques Lacan.

Al mismo tiempo, en el resto del mundo, las psicologías llamadas científicas –por sus pretensiones de objetividad– hegemonizaban la formación de los psicólogos. En nuestro país, sin embargo, después del ocaso del positivismo, en los años 30, ese tipo de corrientes teóricas nunca tuvieron mayor arraigo. Luego de la creación de las carreras de psicología, fueron relegadas a facultades situadas lejos de la Capital, cuando no directamente a institutos externos a la universidad.

No quiero establecer a partir de estos datos –como se ha hecho muchas veces– una relación causal. No creo que pueda culparse al florecimiento del psicoanálisis por la ausencia de una tradición científica fuerte en el ámbito de la psicología local. En todo caso, se trata de dos rasgos fundamentales del “campo psi” argentino, que deben someterse a un abordaje histórico y comparativo.

De lo contrario, sería difícil entender el impacto que últimamente han tenido aquí algunos debates originados en el extranjero, como el ocasionado por la publicación en Francia de El libro negro del psicoanálisis (editado por Arènes, en 2005). Allí, ese debate no significó más que otro capítulo en la larga querella iniciada a principios del siglo XX por Sigmund Freud y Pierre Janet, entre el psicoanálisis y la “psicología científica”. Querella que luego fue continuada en distintos espacios académicos e institucionales por Daniel Lagache y Henri Piéron, Jacques Lacan y Paul Fraisse, entre muchos otros.

En la Argentina, por el contrario, la llegada de estos debates coincide con una novedad, que es la aparición de un nuevo actor en una escena que, hasta ahora, había sido protagonizada por el psicoanálisis de manera casi excluyente.

En efecto: en la actualidad, la difusión incipiente de las llamadas “terapias cognitivas” (alentadas por la lógica de la medicina prepaga y por los imperativos de eficacia y rapidez de la aldea global) representa todo un desafío para el psicoanálisis local.

El nuevo rival, apoyándose en el prestigio del que goza en el resto del hemisferio occidental, coloca a los cultores del freudismo en una posición incómoda, que es la de tener que dar cuenta de su propia eficacia.

A pesar de todo, no estoy tan seguro de que la aparición de este contendiente sea enteramente nociva para el psicoanálisis argentino. A menudo, la confrontación permite volver a las fuentes y nutrirse de ciertas verdades fundamentales, que pierden su filo cuando se transforman en frases hechas y fórmulas gastadas. Si las doctrinas del maestro vienés, destinadas a ser revulsivas y contraculturales, lograron en nuestras tierras una aceptación tan masiva y duradera, particularmente en el ámbito universitario, quizás ello haya implicado en parte el sacrificio de alguno de sus principios fundamentales. Sea como fuere, es indudable que estamos ante una situación inédita, que adquiere otros matices si uno la examina a la luz de la historia.

Y es precisamente de la historia de las “disciplinas psi” que se ocuparán los más de sesenta expositores y conferencistas que, hoy y mañana, se reunirán en la ciudad de La Plata, en el marco del VII Encuentro Argentino de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis. Se trata de un ámbito de intercambio creado en 1999, que ha ido creciendo a lo largo de los últimos años, en los que estos encuentros se han realizado en diversas ciudades del país. Este año habrá tres mesas redondas (sobre historia de la psicología, el psicoanálisis, la psiquiatría y la salud mental), una conferencista extranjera, cuatro simposios temáticos, cincuenta trabajos libres y presentaciones de libros.


El autor es doctor en historia, licenciado en psicología e investigador del Conicet. Es coordinador del comité organizador del VII Encuentro Argentino de Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis